Evaluación Escolar

Evaluación Escolar

Comenzaremos con una pregunta: ¿es lo mismo evaluar que medir?, ¿en qué consiste una medición?. Al medir un espacio vacío lo que hago es comparar una distancia con una unidad patrón, y luego podré hacer una evaluación, por ejemplo si cabe o no un mueble, y la decisión de colocarlo o no, también

dependerá de otros aspectos como la comodidad, si es estético etc., o sea que el acto de evaluar es más complejo que el de una simple medición.

Yendo al ámbito escolar, se ha dicho muchas veces que la evaluación es “el momento de la verdad”, lo cual reduce a todas las restantes actividades a una simple “preparación para el examen”, pero ¿es eso lo que queremos para la escuela?, la entrega de un diploma y nada más, ¿o pretendemos algo más?

Si en la escuela un alumno obtiene una determinada nota, en primera instancia ha sido calificado, se dictaminó con una medida sus conocimientos, pasa a integrar una determinada clase en una jerarquización, sin embargo, una evaluación, ¿sirve para algo más?. Veamos una cita de Miguel Santos Guerra al respecto:

Mientras el fin de la evaluación siga siendo sólo medir, calificar, comparar, clasificar, seleccionar, jerarquizar…, poco se podrá transformar a través de ella. Si se convierte en un proceso de diálogo (entre profesor y alumnos, entre padres y profesores, entre los mismos docentes…), de comprensión holística y rigurosa sobre la práctica, podrá servir para el aprendizaje y la mejora del quehacer educativo que realizan los profesores y las escuelas. Digo esto porque hay que acabar con la costumbre de que el único evaluado en el sistema educativo sea el alumno.

Como apreciamos, Guerra se refiere al potencial transformador de las evaluaciones escolares, mediante la capacidad de comprender las prácticas docentes, siempre que se conviertan en un proceso amplio de diálogo, y con esto se abre la oportunidad para la mejora. O sea que, entre otras cosas, no se debe evaluar exclusivamente al alumno.

Esto implica otra manera de ver las evaluaciones, entonces, ¿Cuáles deben ser sus características?. Como primera condición es que debe estar observando procesos, y no solamente resultados, ya que si bien los resultados importan, no deben ser lo único.

Por otra parte, todos los participantes deben tener posibilidades de expresarse con libertad, lo que permite conocer mejor la realidad, y es precisamente ese conocimiento el que da la posibilidad de lograr mejorías. Para poder conseguir eso, la evaluación debe ser considerada una ayuda, no una amenaza, ya que si alguien se siente como con un revolver en la cabeza ¿no querrá evitarla? ¿Las evaluaciones son esperadas con alegría?, ¿porqué?

Además debe formar parte del proceso educativo, no en el punto final, sino que al permitir rectificaciones, puede dar lugar a mejoras. Este esquema de evaluación integrada a procesos de diálogo y compresión con vistas a probables mejorías, es desarrollada también por Santos Guerra:

La evaluación debería servir para dialogar entre los profesores, entre ellos y los alumnos, entre la sociedad …. Se trata de desarrollar un proceso de diálogo que busca comprender la realidad. Si la evaluación genera comprensión, desde la comprensión podemos mejorar…. Pero en las escuelas se evalúa mucho y se cambia poco; la evaluación sirve para medir y clasificar, pero no para comprender. Fundamentalmente deberíamos evaluar para mejorar. Ya sé que mejora es una palabra infinita y que depende de percepciones, de perspectivas desde donde se realiza; pero cuando hablamos de mejorar tenemos que desentrañar juntos qué vamos a entender por esa cuestión y determinar a quiénes va dirigida esa mejora.

Esto implica asociar al proceso evaluatorio otros actores, como los propios alumnos, sus familias, los docentes considerados como un colegiado, y a ese camino de “comprensión, diálogo y mejoría” debemos acudir todos, los docentes actuando como un solo cuerpo, los alumnos y sus familias creando un contexto donde se valorice la superación personal, y no una simple nota.